martes, 29 de septiembre de 2009


Quisiera decirle que lo amo como nunca amé a nadie, que no puedo vivir sin el, pero que tengo mucho miedo de lastimarlo.
Quisiera decirle que sin él me muero.
Quisiera decirle que no me importa si es mío o no.
Quisiera decirle que voy a estar con el pase lo que pase.
Quisiera decirle que no sea tonto, que me mire a los ojos y se dé cuenta que no le miento, que lo amo, y que lo único que necesito en este momento es a él.
Quisiera decirle que sí, que por primera vez en mi vida quiero quedarme en un lugar, con el.
Quisiera decirle que a mí tampoco me importa la forma, que nada más tengo ganas de estar con él, hablar con él, reírme con él, nada más.
Quisiera decirle que sí, un enorme si, decirle que no conocí el amor hasta que lo conocí a él.
Quisiera decirle que no habrá siempre, que no hay mañana.
Quisiera decirle que todo está muriendo lentamente
¿A dónde va lo que querés hacer y no hacés?
¿A dónde va lo que querés decir y no decís?
¿A dónde va lo que no te permitís sentir?
Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos.
Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta.
Lo que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo.
Lo que no decimos se transforma en error.
Lo que no decimos se transforma en debe, en deuda, en asignatura pendiente.
Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración.
Lo que no decimos no muere, nos mata.
Lo que no decimos se transforma en trauma, en veneno que mata el alma.
Lo que no decís te encierra en el pasado.
Lo que no decimos se transforma en herida abierta.